Rescate 911

La achuni correteaba por la selva en busca de algún fruto para comer, pues no había salido del escondite desde que el tigrillo la persiguió por la rivera. Bajo un árbol de mamey encontró varios de estos maduritos, recién caídos de las ramas. Cogió una hoja de bijao para recogerlas y llevarlas a la copa de su árbol, cuando escuchó un lamento. Buscó de donde provenía tan melancólico llanto y vio que entre las raíces del árbol había un hueco. Se asomó y vio al tigrillo en el fondo atorado y herido con piedras.
-¿Que te pasó tigrillo?- le preguntó mientras mordía un mamey.
- Unos monos me han castigado, intenté comerme a una de sus crías...
- También intentaste comerme a mi ¿recuerdas?
- Intento comerme a todo lo que veo, no te creas especial como para que te recuerde.
- No deberías hablarle así a quien te puede ayudar.
- ¿Qué quieres decir?- preguntó el tigrillo entre sollozos.
- Puedo quitarte esas piedras y curarte las heridas.
- ¡JODETE! - le dijo enojado -¡Yo solo puedo salir de aquí en cuanto descanse un poco!
- Bueno - dijo la achuni y siguió colectando los mameys en su hoja - Si el tigrecillo no quiere ayuda, no hay nada que yo pueda hacer.
El tigrillo se sentía ofendido, avergonzado y frustrado ahora que alguien lo había visto así, frágil, indefenso y sobre todo llorando. Pues él, como depredador, debía infligir miedo a sus presas. De repente la achuni comenzó a silbar una cancioncilla alegre, lo que provocó indignación en nuestro lastimado amigo. Por más que intentara salir de ahí, las piedras estaban incrustándose en la madera, era imposible que saliera de ahí solo, pero ese estúpido silbido lo tenía loco. Necesitaba saciar su hambre y disfrutar del silencio, ojalá alguien le trajera un poco de agua o algo que comer, la oscuridad de ese lugar, la humedad de la tierra; el frío recorría su cuerpo. Siempre pensó que moriría de una manera más digna, por lo menos serviría de abono para aquel árbol. ¡Pero detengan ese estúpido silbido!
Sintió su hocico humedecerse, era agua, la bebió desesperadamente.
- No importa si me comes después de esto, mi cojuda conciencia no lo permite. Bebe, es agua de la quebrada - Dijo la achuni mientras sostenía su cabeza sangrante. El tigrillo se quedó dormido después de esto.
El silbido volvió y pensó que lo había seguido hasta el infierno, era justo, era el castigo. De pronto sitió como sus piernas se liberaban, sintió que lo arrastraban unas manitos cálidas y suaves. Vio una luz muy brillante, y cuando pudo abrir bien los ojos, era un tigrillo libre. La achuni cansada a un lado de él jadeaba, y sus manitos con sangre y tierra estaban cubiertas. El tigrillo miró a la achuni y se la comió. La achuni no hizo ningún sonido, ni luchó, sólo se dejó comer. El instinto de supervivencia es el instinto mas fuerte que hay, y el amigo tigrillo no había comido todo el día. El tigrillo se alejó de la escena del crimen silbando. Sí, silbando la alegre melodía que lo acompañó hasta el infierno.

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