Hace mucho tiempo, cuando las guerras y el odio eran cuestión de honor, al morir quedé atrapada en un mundo donde no soy tangible. Podía ver sin embargo, sentir y percibir el mundo como si estuviera viva. Era invisible para el ojo humano o para sus cámaras, y así me pasé años en busca de alguien más atrapado en este lugar. Al principio se me ocurrió que era un fantasma, pero pronto me di cuenta que no estoy exactamente en el más allá tampoco. De vez en cuando podía ver las almas en pena. Arrastrando sus cadenas, asustando para alimentarse de la energía negativa, buscando completar lo que no pudieron en vida. Pero ellos tampoco me podían ver. Este lugar era como quien dice la carne entre dos panes, los panes de los mundos de los vivos y los espíritus, por así decirlo. No era etérea, era pesada y con gravedad como cualquier ser vivo pero no podía tocar nada, aveces podía mover objetos tangibles pero no entendía cómo lo hacía. Pensé en volver a mi cuerpo pero estaba demasiado inservible. Intenté poseer a alguien pero repito, no era etérea del todo. Con el tiempo de sobra hice todo lo que se me ocurría, caminé sin parar hacia la dirección donde iba el sol a ver si podía alargar la luz de un día. Me metí en lo más profundo del mar pero como llegó un punto de oscuridad total tuve que regresar. Visité lugares interesantes con poblaciones muy interesantes. Fui testigo de historias familiares más increíbles que las de las novelas, que también vi ya que por épocas no habían cosas qué hacer. aprendí algunos dialectos inútiles, pues nunca los pondría en uso. Pero lo más divertido fueron mis años en las selvas. La asiática, la amazónica y la africana. Esos años de observación animal fueron lo que más felicidad me brindó. Y todo eso lo vi gratis y no sabía a quien agradecer tal regalo.
Por más que estuviera sola en esa dimensión nunca me sentí sola. Las personas frecuentemente parecían hablarme, y aunque sé que eran monólogos, al parecer mi sincronía con sus pensamientos es una habilidad que gané al morir, o no morir, no sé qué soy aún. A donde fuera los animales parecían notarme, pero no les importaba. Así que la soledad no la sentí hasta una navidad en Bélgica, cuando vi un alto en esa guerra que se me había ocurrido observar. De pronto ambos lados cantaban y tomaban y yo no entendí en mi corazón de dama que tengo aún latiendo o no, porqué el diablo si es que existe no atacó a nadie esa noche. Sólo entendí que más noble que mi corazón femenino maternal es un corazón masculino fraternal. Y para mí esa es una de las verdades universales. Volviendo a mi soledad dimensional, en algún momento mi necesidad de ser me ganó mentalmente y comencé a intentar quedarme en un lugar. actuar como si tuviera un grupo de amigos, como si estuviera ahí como una amiga muda o algo así. hasta me enamoré de algunos que en su ignorancia de mi existencia me fueron infieles...bastardos...
No importaba cuantas vueltas le dé a este mundo. Estaba atrapada sola en esta dimensión. Vi a todos mis amigos crecer, y yo seguir aquí. sin saber si lucía igual pues no me podía ver, mi sentido del tacto me decía que sí estaba igualita. Las modas, los paisajes, las actitudes, las palabras, todo cambiaba y yo nada.
Me sentía una de esas gárgolas del Notre Dame que todo lo veían pero nunca podían involucrarse, y hasta tenían mi edad creo. La edad aquí no importa.
Varias veces sentí que había alguien más en este lugar. Cuando estaba en multitudes temía no poder diferenciar, pero era inútil. no hay nadie ahí. quizás esas veces fueron mi anhelo de que hubiera alguien. Entonces mi regalo de eternidad es mas bien una penitencia. Aunque ya descubrí qué es lo que puedo hacer en el mundo de los vivos, sé también qué es lo que no puedo hacer por más que lo intente: convivir con ellos como una más.
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