En mi vecindario soliamos dejar las puertas abiertas, para que nos visiten quienes quisieran. El primer visitante despreció todo lo que encontró en mi vivienda y solo me hablaba desde la vereda. El segundo entró para vivir ahí, pero creyó que la puerta estaba cerrada y que no podría escapar nunca. Cuando se dio cuenta que estaba abierta, salió muy rápido. Entonces decidí cerrar la puerta y solo abrirla a quien la toque.
Puedo oírte desde esta soledad. Siempre lejano, nunca cercano.
Muchas personas pasan por en el vecindario. Oigo sus fiestas, oigo sus risas, sus peleas. Puedo ver las sombras desde la ventana. Esta casa tiene las puertas cerradas, nadie puede salir y nadie quiere entrar.
Puedo oírte desde esta soledad. Siempre lejano, nunca cercano.
Muchas personas pasan por en el vecindario. Oigo sus fiestas, oigo sus risas, sus peleas. Puedo ver las sombras desde la ventana. Esta casa tiene las puertas cerradas, nadie puede salir y nadie quiere entrar.
Sí, es una metáfora sobre mi cerebro.
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