"Estás solo. No te confundas." Le dijo Clau.
Palabras suficientes para paralizarlo. Había estado tanto tiempo con ella, acostumbrado a su prescencia. A los tratos cariñosos, a la interacción tan fluida y a las expresiones de amor como costumbre, que la correción de Clau causó que su cerebro se detuviera.
Desde el inicio sabía que el final de su rutina llegaría, pero no en ese momento.
Mientras Clau se desvanecía lentamente, la ilusión de la convivencia no dejaba que Mario entendiera lo que le estaba pasando a su relación.
Clau seguía en silencio, mirándolo con una sonrisa. Esa sonrisa a la que Mario hacía sonreir, y que ahora solo le provocaba pánico. No podía moverse, quería entender por que su memoria, sus sentimientos y su cuerpo, no estaban de acuerdo con lo que debían sentir en ese momento.
Clau al ver que no se movía le pregunto si estaba bien. Mario brincó al volver a escuchar su voz. Tenía miedo. Esa voz, ese rostro, el hecho de que ella esté ahí, y el hecho que ya no estaría.
El suelo comenzó a moverse, era temblor. No, terremoto. Mientras buscaron refugio en el dintel de la puerta, Mario protegía con un abrazo a Clau. Las paredes, los muebles, los vidrios, todo caía. Al terminar la sacudida, se separaron. Clau sonrío aliviada por última vez a Mario.
Mario sintió un sobresalto y solo vió su reflejo. Estaba en su baño, se veía sucio y él, según su reflejo, tenía muchos años más. No tardó mucho en entender, que Clau exisitió pero no pudo ser real para él. Ese día él la volvió invisible. Todo lo vivido con ella, solo fue la parte que Mario deseaba que sea real. Pero Clau no pudo ser real, entonces la volvió inexisente.
Los brazos de Clau rodearon su reflejo, y ella con un beso en su cachete se acercó como si siempre hubiera existido.
"No eres real, no te confundas". Le dijo Mario.
Palabras suficientes para paralizarlo. Había estado tanto tiempo con ella, acostumbrado a su prescencia. A los tratos cariñosos, a la interacción tan fluida y a las expresiones de amor como costumbre, que la correción de Clau causó que su cerebro se detuviera.
Desde el inicio sabía que el final de su rutina llegaría, pero no en ese momento.
Mientras Clau se desvanecía lentamente, la ilusión de la convivencia no dejaba que Mario entendiera lo que le estaba pasando a su relación.
Clau seguía en silencio, mirándolo con una sonrisa. Esa sonrisa a la que Mario hacía sonreir, y que ahora solo le provocaba pánico. No podía moverse, quería entender por que su memoria, sus sentimientos y su cuerpo, no estaban de acuerdo con lo que debían sentir en ese momento.
Clau al ver que no se movía le pregunto si estaba bien. Mario brincó al volver a escuchar su voz. Tenía miedo. Esa voz, ese rostro, el hecho de que ella esté ahí, y el hecho que ya no estaría.
El suelo comenzó a moverse, era temblor. No, terremoto. Mientras buscaron refugio en el dintel de la puerta, Mario protegía con un abrazo a Clau. Las paredes, los muebles, los vidrios, todo caía. Al terminar la sacudida, se separaron. Clau sonrío aliviada por última vez a Mario.
Mario sintió un sobresalto y solo vió su reflejo. Estaba en su baño, se veía sucio y él, según su reflejo, tenía muchos años más. No tardó mucho en entender, que Clau exisitió pero no pudo ser real para él. Ese día él la volvió invisible. Todo lo vivido con ella, solo fue la parte que Mario deseaba que sea real. Pero Clau no pudo ser real, entonces la volvió inexisente.
Los brazos de Clau rodearon su reflejo, y ella con un beso en su cachete se acercó como si siempre hubiera existido.
"No eres real, no te confundas". Le dijo Mario.
Comentarios