Estando lejos me doy cuenta, siempre me doy cuenta.
Él me amaba. Con todo y locura, con pelos y sin explicaciones. Me amaban con locura, como siempre quise que me amen y como siempre querré. aprendíamos juntos a amarnos y a odiarnos, a ser amigos y ser amantes. A ser uno y a ser ninguno. Y yo lo hice mierda. Le humillé, lo enloquecí, lo rompí y pisoteé. Yo lo asfixié para que sea mío y nadie se lo lleve. Pero no pude contenerlo en esa jaula de cristal que teníamos como relación. Lo dejé irse. Hoy es feliz y yo, tal vez.
Él también me amó, a su modo. Me dio la oportunidad de amar, mas bien. Me dio la oportunidad de hacer las cosas mejor. De no hacerle todo lo que le había echo a otro. Aprendí con él como es que yo era de verdad. Me dio el espacio y el amor que necesitaba, fue perfecto. Exacto. Preciso, precioso. Pero mientras yo sanaba, él se enfermaba. Me drenaba el veneno envenenándose a sí mismo. Su amor infinito terminó por intoxicarlo con mi virus, mis bacterias, mis mentiras y mis verdades. Apreté fuerte su cuello y cuando se defendió, cobardemente lo solté y huí. Me fui lejos y no miré atrás. Era muy precioso para dejarlo morir con nuestra relación. Hoy ya sanó y yo, tal vez.
Y ahora está él, que cree que me ama. yo también creo que lo amo a él. Nos creemos mutuamente, y mutuamente nos tocamos con pinzas. Es una maceta sin plantas, esperando que algo germine. Lentamente y sin apuro, pero con la ansiedad del tiempo que puede o no nacer. Yo pretendo hacerme cargo de mi, pero sin darme cuenta me estoy haciendo cargo de él. Otra vez, detrás. Me cuido con el ego, me cuido haciéndome bolita. Me cuido callando y ocultando. Me cuido como el tesoro que no soy.
Antes de volver a fallar, solo quisiera perdonarme. Por no ser lo que quiero ser, por no ser suficientemente valiente o inteligente, para dejar ir a tiempo y evitar este momento. Hoy él está lejos, y yo tal vez.
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