La persona más hermosa que había visto en mi vida estaba parada frente a mi, mirándome con pena. Le abracé con todos los sentimientos que sentía, los pocos que aún conservo. Dejó caer el peso de su soledad sobre mi pequeño cuerpo. Mientras tenía su cachete sobre mi hombro, dijo en un suspiro que dejaba salir todo su deseo de ser feliz: " Te quiero, Cayoyo".
Abrí los ojos, y el peso de su alma era mi almohada, lo que es una ironía muy simbólica.
Sonreí y dije en voz alta: "12".
Comentarios