Capítulo 3. - autodestrucción

Nada cambió. Él seguía siendo dueño de mi existencia, dentro y fuera de este lugar. Le rogué, le lloré. Le propuse terapia de parejas. Me dijo que él no necesita terapias. Me dijo que él problema era que queríamos cosas distintas. Me dijo que no quería estas cosas que yo sí quería porque es como es. Me dijo que no quería existir conmigo por su autoestima, por sus gustos particulares, por un grano en la cara. Y yo siempre lo apoyé cuando comenzó su introspección. Admito que quizás no manejé bien algunas cosas pues me ponía a llorar desconsoladamente cuando no entendía lo que sucedía, y me dejó en claro que eso no le parecía atractivo en nadie.

No importaba, las relaciones se construyen hablando, conociéndose y aceptándose. Y eso hacíamos, pero él no se dió cuenta y al abrirse conmigo emocionalmente, me dejó en claro que eso veía en mí: una amiga. Una persona conveniente porque hacía por él todo lo que él no quería. Una amiga, criada, psicóloga, enfermera, corredora de bienes, contadora, y aveces mamá. 

Entonces pensé: "ok, puede funcionar si somos algo más abierto."

Pero no funciona eso para alguien como yo.

Pensé tanto en cómo hacerle feliz. En cómo arreglar las cosas con alguien que no quería arreglarlas porque para él todo estaba bien, ya que conseguía de mí lo que él quería, pero yo conseguía de él la mitad de las cosas, a medias, y a su antojo.

Seguía enamorada, solo quería ser feliz con él, es una persona noble, herido, especial. Quería estar junto a él aunque tuviera que dejar lo que me hace feliz de lado.


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